El universo en equilibrio en un cristal

“Todo en el universo está vivo. Todas las cosas nacen y mueren, son una entidad de Myoho, la ley mística: Myo es la muerte de una estrella, Ho es su nacimiento. Incluso considerando solo el aspecto material, la materia proyectada en el universo por la muerte de una estrella será empleada para dar vida a nuevas estrellas o a cuerpos de organismos biológicos. Quizá los átomos que componen nuestro cuerpo en algún momento del pasado brillaban como parte de una estrella. Los seres humanos son hijos de las estrellas, del universo. Nuestra vida es idéntica a la gran vida del universo. Los beneficios de Nam Myoho Renge Kyo son literalmente los infinitos beneficios de todo el universo…” (D. Ikeda, La Sabiduia del Sutra del Loto 3 SGEs 2001)

 De esta manera tan poética, Shuichi Yamamoto, Profesor de la Universidad de Soka, en Tokio, escribe a propósito del concepto de relación basado en la doctrina del origen dependiente (“engi” en japonés). Es el pensamiento budista que explica que “cada entidad no puede existir independientemente de aquello que lo circunda porque todos los fenómenos del universo son interdependientes entre sí”, o sea que cada elemento del universo está conectado con todos los otros. Tal doctrina prevé además que no haya diferencias entre seres animados e inanimados. No sólo la filosofía nos explica cómo cada ser existe y se manifiesta en relación al mundo circundante, sino que también la ciencia hoy afirma que los seres vivientes se encuentran inmersos en un océano de frecuentes vibraciones. En este contexto, los cristales, o las piedras, como seres inanimados pero al mismo tiempo como elementos del universo, están predestinados a asumir una variedad infinita de significados.

Desde la antigüedad los cristales eran usados como amuletos o talismanes. Muy seguido se los consideraba objetos sagrados. Se ha pensado que pueden funcionar como una suerte de afinadores de instrumentos: inmersos en este océano de frecuencias y vibraciones pareciera que estuvieran en condiciones de intercambiar energía en diferentes niveles. La energía, efectivamente, es un flujo de poner en relación el cuerpo de los seres vivientes con el mundo que los rodea. Cada cuerpo contiene energía por el solo hecho de estar compuesto de átomos y moléculas en movimiento, y esta energía viene emanada en forma de calor, movimiento y color.

Un viaje en la máquina del tiempo en compañía de cristales

En su “Naturalis Historia” Plinio el Viejo (23/24 – 79 d.C.) hace referencia a Teofrasto y a su tratado “Sobre las piedras”. Basta dar un paseo por museos y sitios arqueológicos para descubrir como desde siempre las piedras preciosas han sido muy bien consideradas por su esplendor pero también por las propiedades a ellas adjudicadas. Si damos un salto hacia el pasado, es fácil notar como las piedras fueron utilizadas en culturas remotas tanto orientales como occidentales. Entre los pueblos antiguos se destacaban las vestimentas de los sacerdotes por estar adornadas con gemas, como así también los objetos litúrgicos, los cetros y coronas y también las armas significativas. Durante las ceremonias religiosas los cristales servían para entrar en sintonía con las divinidades, y en caso de guerra o para demostrar poder, eran empleados para evocar fortuna y protección. Tanto los Griegos como los Fenicios, desde los  Hindúes a los Egipcios, los Asirio-babilónico y los Indoamericanos,  de los Romanos a los Hebreos, todos ellos usaron las piedras dentro de los apenas mencionados esquemas. Desde la Antigüedad hasta llegar al Medio Evo el interés esotérico por los cristales se trasmitió por vías desconocidas a nosotros.

Cuarzo rutilado

Cuarzo rutilado

Y el uso de las piedras preciosas como ornamento de vestimentas religiosas resale a la antigua tradición hebrea. Doce eran las tribus de Israel y doce eran las piedras engarzadas en el pectoral, llamado Ephod, citado en el capítulo 28 del éxodo, el cual era vestido por el sumo sacerdote. Dos cuadrados de tela adornados por doce piedras engarzadas en oro en cuatro filas: Sardonix, Topacio, Esmeralda. En la segunda fila: Rubí, Zafiro, Jaspe. En la tercera fila: Ópalo, Ágata, Amatista y en la cuarta fila: Crisolito, Ónix y Berilo. Es más, los cristales eran instrumentos de lectura del futuro si se los sumergía en líquidos, o elementos usados para reconocer el origen de una enfermedad. Los sacerdotes Mayas, por ejemplo, sumergían Cristales de Roca en aguamiel, que por sí misma simbolizaba la inmortalidad, con el objetivo de ver el futuro. Siempre siguiendo el hilo rojo que engarza la historia con la tradición, la religión y los mitos es notable como las piedras preciosas fueron incrustadas en las grandes puertas de todas las ciudades sagradas. Es el caso de las puertas de la ciudad sagrada de Dvaraka, en la que Krishna recibía sus visitantes, se las describe como llenas de Perlas y Piedras Preciosas de diversa naturaleza. Las puertas de la cuidad real de Kusavati tan importante para los budistas son de Jade, la piedra preciosa de la inmortalidad que para los chinos representa la pureza. Jerusalem, ciudad sagrada de tres religiones: la cristiana, la hebrea y la musulmana, según la tradición contaba con doce puertas decoradas todas con piedras preciosas.

La Perla está presente también desde la antigüedad, aunque no pertenezca a la categoría de “piedra”, pero al identificarla con la luna se la consideraba también sagrada.

Cristales: entre Filosofía y Ciencia

Teofrasto, filósofo griego que vivió alrededor del 300 a.C es el autor de “Sobre las Piedras”, o sea, del primer tratado sobre las propiedades de las piedras. Originadas da los cuatro elementos Agua, Aire, Tierra y Fuego, se remonta a la antigüedad la teoría según la cual algunos cristales pueden causar alegría y funda sus suposiciones sobre el hecho que los cuerpos poseen un campo energético y que cada fenómeno natural tiene como consecuencia la emisión o el absorbimiento de energía.

La Cristaloterapia es una disciplina muy antigua, cuyo objetivo es lograr equilibrio energético: se dice que los cristales están en grado de almacenar energía para luego restituirla. Incluso para los más escépticos, acercarse a la Cristaloterapia puede ser una experiencia interesante que ayude a conocer las raíces de los minerales y comprender otras disciplinas como el yoga, la meditación o la concentración. De todas maneras es estimulante la experiencia de entrar en contacto con piedras como el Topacio, la Esmeralda y otros cristales capaces de interactuar con el cuerpo. Los apasionados le dedican estudios y lecturas, existen corrientes, algunas más filosóficas que otras, ligadas con este tema. Hay quienes eligen llevar determinadas piedras preciosas en contacto con el cuerpo en colgantes o brazaletes y quien prefiere las piedras sin elaborar, simplemente el trozo de cristal en bruto en contacto con la propia piel. Pero si queremos satisfacer la curiosidad de los más escépticos un cristal de hecho es una formación regular de átomos que crece en el espacio: está compuesto de silicio y oxígeno con una estructura a rejas y los electrones de sus átomos tienen un enlace muy débil, por lo tanto cuando se agita un cristal o se lo aprisiona entre las manos, libera electrones, cuando luego se los suelta los atrae de nuevo. Efectivamente los cristales reciben y trasmiten constantemente energía.

Ahora os queda a vosotros vivenciar la sorpresa de sumergirse en este mundo de cristales y transparencias, de energías y vibraciones. ¿Y vuestro cristal preferido? ¿Ya sabéis cuál es?